jueves, 14 de enero de 2010

Buenas noches participantes de CASTELLANO Y LITERATURA III, a continuación les explico la actividad que deben llevar el lunes 18-01-2010
1. Imprima el cuento que se le presenta
2. Explique como se refleja en éste el dialogismo, la polifonía, la alteridad y la subjetividad
3. Realice el análisis semántico del discurso
A LA DERIVA
Horacio Quiroga (autor)
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!
-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente dolorosas. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
¿Qué sería? Y la respiración...
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
-Un jueves...
Y cesó de respirar. Fin

1 comentario:

  1. SONIA DIAZ C.
    C.I.10.277.728
    Educ. Intg. Secc. 602- nocturno

    EL ROL DEL DOCENTE

    En la actualidad el proceso educativo exige un nuevo enfoque en el desempeño pedagógico del docente, los modelos educativos tradicionales se caracterizan por centrar el desarrollo del proceso en el docente, relegando al estudiante a ser un mero observador y oyente en la mayoría de los casos.

    El nuevo enfoque educativo exige un cambio en la manera de enseñar y aprender, como también adaptarse a nuevas técnicas, nuevos recursos que proporcionan las TIC, para la enseñanza- aprendizaje, entonces el estudiante en lugar de memorizar contenidos específicos debe aprender a aprender y el docente dejaría de ser el transmisor de conocimientos y pasa a ser el facilitador del proceso de aprendizaje por medio de la orientación y la inducción, entonces el rol del docente es ofrecer al estudiante herramientas y pistas que le ayuden a desarrollar su propio proceso de aprendizaje, el docente debe dirigir este aprendizaje, sugerir, retroalimentar, ampliar el nivel conceptual, ser guía y ejemplo a sus alumnos.
    En consecuencia, el proceso de evaluación se orienta a descubrir habilidades y destrezas que constituyen indicadores de un aprendizaje significativo, entendiéndose por aprendizaje significativo a esa capacidad de aplicación de la teoría a la práctica.

    Entonces el docente en la actualidad debe actuar como lector y como escritor, haciendo participar a los alumnos en situaciones que le permitan mostrar sus propias habilidades.

    El docente necesita poseer diferentes saberes a fin de contar con marcos de referencia teóricos explícitos que le permitan fundamentar su práctica a partir de la reflexión cotidiana sobre su tarea y la dinámica institucional.

    El docente debe brindarle a los alumnos la información necesaria, proponer estrategias, dar a conocer procedimientos, entre otros para que los estudiantes estén en la capacidad de aprender e indicar cada vez más sobre ese mismo aprendizaje.

    SI bien el docente es que valida las respuestas, deberá brindar un espacio en el que los estudiantes tengan la responsabilidad de ser ellos mismos los que emitan juicios, que puedan intercambio de ideas, verificar sus hipótesis, es cierto que el docente tiene la última palabra, pero es importante que ésta no sea la primera.

    Recordemos lo dicho por: Prof. Emilia Ferreiro…
    “Además de la mano que hace trazados con el lápiz, del ojo que discrimina formas, y de la boca que emite sonidos, hay un sujeto que piensa”.

    EL DOCENTE COMO FACILITADOR Y MEDIADOR

    El docente como facilitador deberá cumplir funciones de manera afectiva para el aprendizaje, preferentemente, estructurara el material, el medio o la situación de enseñanza de modo que la interacción entre el estudiante y el ambiente organizado defina el camino a seguir o el objetivo a alcanzar.

    Propone metas claras, apoya al estudiante en su elección, desarrolla criterios para determinar si llego o no a la meta deseada , luego de aceptadas apoya el proceso de aprendizaje.

    En la posición de apoyo debe mantener una posición permisiva y atenta.

    Responde siempre a los aspectos positivos de la conducta del estudiante y construye a partir de ellos.

    Acepta el error como un elemento natural e inherente al proceso de investigación.

    No se muestra ansioso por llegar a resultados, entendiendo que el aprendizaje a veces lento.

    Selecciona actividades que le interesan, demuestra saber que enseñamos lo que sentimos.

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